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sábado, 17 de mayo de 2008

Visión de Sevilla

En octubre del año 1937 regresa Miguel Hernández de un viaje a Moscú, adonde ha sido invitado formando parte de la delegación española al V Festival de Teatro Soviético. Ha pasado a su vuelta por París, donde volvió a ver a Octavio Paz, León Felipe y Alejo Carpentier.

En Valencia le han editado Viento del pueblo. Poesía en la guerra. Contiene poemas comprometidos, con ataques frontales a Hitler y a Mussolini. Son veinticinco poemas, muchos de los cuales habían sido escritos ya para periódicos y revistas. El que aquí presentamos está pensado como un lamento por Sevilla, ocupada ya por los militares sublevados, y contra el general golpista Queipo de LLano, el de "bigote de alambe groseramente astado".


Visión de Sevilla

¿Quién te verá, ciudad de manzanilla,
amorosa ciudad, la ciudad más esbelta,
que encima de una torre llevas puesto: Sevilla?

Dolor a rienda suelta:
la ciudad de cristal se empaña, cruje.
Un tormentoso toro da una vuelta
al horizonte y al silencio, y muge.

Detrás del toro, al borde de su ruina,
la ciudad que viviera
bajo una cabellera de mujer soleada,
sobre una perfumada cabellera,
la ciudad cristalina
yace pisoteada.

Una bota terrible de alemanes poblada
hunde su marca en el jazmín ligero,
pesa sobre el naranjo aleteante:
y pesa y hunde su talón grosero
un general de vino desgarrado,
de lengua pegajosa y vacilante,
de bigotes de alambre groseramente astado.

Mirad, oíd: mordiscos en las rejas,
cepos contra las manos,
horrores reluciendo por las cejas,
luto en las azoteas, muerte en los sevillanos.

Cólera contenida por los gestos,
carne despedazada ante la soga,
y lágrimas ocultas en los tiestos,
en las roncas guitarras donde un pueblo se ahoga.

Un clamor de oprimidos,
de huesos que exaspera la cadena,
de tendones talados, demolidos
por un cuchillo siervo de una hiena.

Se nubló la azucena,
la airosa maravilla:
patíbulos y cárceles deguellan los gemidos,
la juventud, el aire de Sevilla.

Amordazado el ruiseñor, desierto
el arrayán, el día deshonrado,
tembloroso el cancel, el patio muerto
y el surtidor, en medio, degollado.

¿Qué son las sevillanas
de claridad radiante y penumbrosa?
Mantillas mustias, mustias


Miguel Hernández

Queipo de LLano se valió de la radio para sus arengas y para sembar el miedo. En sus intervenciones señalaba a las víctimas y azuzaba a los asesinos. Sus palabras se publicaban seguidamente en todos los periódicos del bando llamado nacional, hasta que en 1938 órdenes emanadas del mando en Salamanca las prohibieron, porque dañaban la imagen del alzamiento ante las potencias democráticas extranjeras. Su perfil de genocida carnicero queda patente en algunas de sus bravatas:


"Nuestros valientes Legionarios y Regulares han demostrado a los rojos cobardes lo que significa ser hombre de verdad. Y, a la vez, a sus mujeres. Esto es totalmente justificado porque estas comunistas y anarquistas predican el amor libre. Ahora por lo menos sabrán lo que son hombres de verdad y no milicianos maricones. No se van a librar por mucho que berreen y pataleen."

"Mañana vamos a tomar Peñaflor. Vayan las mujeres de los "rojos" preparando sus mantones de luto."

"Estamos decididos a aplicar la ley con firmeza inexorable: ¡Morón, Utrera, Puente Genil, Castro del Río, id preparando sepulturas! Yo os autorizo a matar como a un perro a cualquiera que se atreva a ejercer coacción ante vosotros; que si lo hiciereis así, quedaréis exentos de toda responsabilidad."

1 comentario:

Alina M dijo...

Como dijo Juan Gelman: "Ahí está la poesía: de pie, contra la muerte."