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jueves, 24 de abril de 2008

Héctor Alterio, patrimonio de la humanidad

A los argentinos, nuestro negro pasado político nos vació de artistas que debieron emigrar: escritores, músicos, actores.

A vosotros, españoles, os prestamos, por ejemplo, a Héctor Alterio. Debió partir de Buenos Aires, la ciudad de sus entrañas, porque quería vivir. Y debió dejar de hablar en porteño y de escuchar a los porteños. Aprendió a hablar en español, siempre pensando en regresar. Pero no pudo hacerlo.

Os lo prestamos, españoles, porque nosotros (igual que él) pensamos que volvería pronto. Que retornaría a los teatros, a nuestro cine. A sus extraordinarias representaciones teatrales en la televisión. Y no fue así.
Debimos conformarnos con verlo en las películas extranjeras, en pequeños o en grandes papeles, y aunque su lengua pronunciara "otro" idioma, seguía siendo un actor descomunal: para cada personaje, una forma diferente de caminar, de mover las manos, de sonreír, de girar la cabeza, de pararse y de sentarse, de enojarse o de alegrarse, de murmurar, de gritar...

Finalmente, pudo volver a actuar entre nosotros. Pero nunca se queda mucho tiempo.
El otro día, caminando por la noche en la Avenida Corrientes, calle alguna vez llena de cines (poquísimos ahora), teatros y cafés, lo vi adentro del bar "La Paz", desde hace décadas un lugar de reunión de intelectuales y artistas.
Respiré hondamente y entré. Nunca lo había visto cara a cara. Le pedí permiso para darle un beso y accedió. Después, mientras pensaba que debía resumir lo más brevemente posible 38 años de admiración, para no interrumpir demasiado tiempo la conversación que estaba manteniendo con sus dos amigos, le dije que lo había visto por primera vez en "Un enemigo del pueblo" (yo tenía 15 años; él representaba al hermano del Dr. Borkmann), que ese día yo había comprendido lo que era ser un buen actor, que había seguido su trayectoria, y que lo consideraba el mejor actor argentino de todos los tiempos. Y lo volví a besar, esta vez sin pedirle permiso. Y me agradeció muy cálidamente, abriendo mucho los ojos, como si nunca nadie le hubiera dicho las cosas que yo le dije (¡¿cuántos cientos de veces ha escuchado palabras parecidas?!).

En fin, España, parece que lo habéis cuidado bien, así que os perdono por haberos apropiado de Héctor Alterio.


Buscando en Youtube, encontré este video.

Me niego a transcribir el poema de León Felipe, pero igualmente fijaos en la particular significación que los versos tienen para Alterio.

2 comentarios:

Pneuma dijo...

Así son las cosas. León Felipe fue a su vez un regalo que hizo España a México como una consecuencia más de nuestra época negra, la guerra civil.

El poema "Qué lástima" tiene otra entrada en este blog, con fecha de 28 de febrero de este año.

La próxima vez que te encuentres a Héctor Alterio le das otro beso extra de mi parte. Lo recuerdo especialmente por "La historia oficial", por "A un dios desconocido" y por "El hijo de la novia". Inspira, en efecto, admiración y cariño.

Alina M dijo...

Mi olvido de la publicación del poema de León Felipe es decididamente vergonzoso... A mí también se me debe de estar empequeñeciendo la cabeza, al estilo Youtube.