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martes, 22 de enero de 2008

La caza del Snark - El discurso del capitán


En el anterior farolito rojo interviene un fragmento de un poema de Lewis Carroll, titulado "The Bellman's speech", y que pertenece a "The hunting of the Snark". Pensamos que vale la pena traerlo aquí completo:

Fit the Second
2.The Bellman's speech


The Bellman himself they all praised to the skies--
Such a carriage, such ease and such grace!
Such solemnity, too! One could see he was wise,
The moment one looked in his face!

He had bought a large map representing the sea,
Without the least vestige of land:
And the crew were much pleased when they found it to be
A map they could all understand.

"What's the good of Mercator's North Poles and Equators,
Tropics, Zones, and Meridian Lines?"
So the Bellman would cry: and the crew would reply
"They are merely conventional signs!

"Other maps are such shapes, with their islands and capes!
But we've got our brave Captain to thank:
(So the crew would protest) "that he's bought us the best--
A perfect and absolute blank!"

This was charming, no doubt; but they shortly found out
That the Captain they trusted so well
Had only one notion for crossing the ocean,
And that was to tingle his bell.

He was thoughtful and grave--but the orders he gave
Were enough to bewilder a crew.
When he cried "Steer to starboard, but keep her head larboard!"
What on earth was the helmsman to do?

Then the bowsprit got mixed with the rudder sometimes:
A thing, as the Bellman remarked,
That frequently happens in tropical climes,
When a vessel is, so to speak, "snarked."

But the principal failing occurred in the sailing,
And the Bellman, perplexed and distressed,
Said he had hoped, at least, when the wind blew due East,
That the ship would not travel due West!

But the danger was past--they had landed at last,
With their boxes, portmanteaus, and bags:
Yet at first sight the crew were not pleased with the view,
Which consisted to chasms and crags.

The Bellman perceived that their spirits were low,
And repeated in musical tone
Some jokes he had kept for a season of woe--
But the crew would do nothing but groan.

He served out some grog with a liberal hand,
And bade them sit down on the beach:
And they could not but own that their Captain looked grand,
As he stood and delivered his speech.

"Friends, Romans, and countrymen, lend me your ears!"
(They were all of them fond of quotations:
So they drank to his health, and they gave him three cheers,
While he served out additional rations).

"We have sailed many months, we have sailed many weeks,
(Four weeks to the month you may mark),
But never as yet ('tis your Captain who speaks)
Have we caught the least glimpse of a Snark!

"We have sailed many weeks, we have sailed many days,
(Seven days to the week I allow),
But a Snark, on the which we might lovingly gaze,
We have never beheld till now!

"Come, listen, my men, while I tell you again
The five unmistakable marks
By which you may know, wheresoever you go,
The warranted genuine Snarks.

"Let us take them in order. The first is the taste,
Which is meager and hollow, but crisp:
Like a coat that is rather too tight in the waist,
With a flavor of Will-o-the-wisp.

"Its habit of getting up late you'll agree
That it carries too far, when I say
That it frequently breakfasts at five-o'clock tea,
And dines on the following day.

"The third is its slowness in taking a jest.
Should you happen to venture on one,
It will sigh like a thing that is deeply distressed:
And it always looks grave at a pun.

"The fourth is its fondness for bathing-machines,
Which is constantly carries about,
And believes that they add to the beauty of scenes--
A sentiment open to doubt.

"The fifth is ambition. It next will be right
To describe each particular batch:
Distinguishing those that have feathers, and bite,
And those that have whiskers, and scratch.

"For, although common Snarks do no manner of harm,
Yet, I feel it my duty to say,
Some are Boojums--" The Bellman broke off in alarm,
For the Baker had fainted away.

Canto segundo
2.El discurso del capitán

Al capitán todos le ponían en el alto candelero.
¡Qué porte, qué soltura y qué gracia!,
y ¡tan solemne también! Cualquiera podía ver que
era un sabio sólo con mirarle a la cara.

Había comprado un gran mapa que representaba el mar
y en el que no había vestigio de tierra;
y la tripulación se puso contentísima al ver
que era un mapa que todos podían entender.

“¿De qué sirven los polos, los ecuadores,
los trópicos, las zonas y los meridianos de Mercator?
Así gritaba el capitán. Y la tripulación respondía:
“¡No son más que signos convencionales!”

“¡Otros mapas tienen formas, con sus islas y sus cabos!
¡Pero hemos de agradecer a nuestro valiente capitán
el habernos traído el mejor —añadían—,
uno perfecto y absolutamente en blanco!”

Esto era encantador, sin duda, pero enseguida descubrieron
que su capitán, en quien todos confiaban ciegamente,
sólo tenía una noción de cómo cruzar el Océano,
y ésta era ir tocando la campana.

Era pensativo y serio, pero las órdenes que daba
bastaban para desconcertar a toda la tripulación.
Cuando ordenaba: “¡Rumbo a estribor, pero mantengan la
proa a babor!”, ¿qué diablos debía hacer el timonel?

También, a veces, solían confundir el bauprés y el timón,
cosa que, según hizo notar el capitán, ocurría
con frecuencia en climas tropicales cuando el barco
está, por así decirlo, “esnarkado”.

Pero el problema principal estaba en la navegación,
y el capitán, perplejo y acongojado,
confesó que esperaba que, al menos, cuando el viento soplara
hacia el este, el barco no enfilara hacia el oeste.

Pero el peligro había pasado; por fin habían desembarcado
con sus baúles, maletas y sacos.
Sin embargo, la tripulación no quedó complacida con lo que
a primera vista descubrió: ¡despeñaderos y precipicios!

El capitán intuyó que estaban bajos de moral
y, con tono musical, les explicó algunos chistes
que reservaba para momentos de infortunio.
Pero la tripulación no dejó de lamentarse.

Sirvió a todos generosas copas de ponche
y les propuso sentarse en la playa.
Y todos convinieron en que su capitán tenía un porte
sublime, allí firme, aprestándose a soltar su discurso.

“¡Amigos, romanos y paisanos, prestadme vuestros oídos!”
(Todos eran muy aficionados a las citas;
así pues, brindaron a su salud y le dieron tres hurras.
Él, agradecido, les sirvió algo más de ponche.)

“¡Hemos navegado muchos meses, hemos navegado muchas
semanas (cuatro semanas cada mes, recordadlo),
pero hasta el momento (y os lo dice vuestro capitán)
ni hemos visto ni olido al snark!”

“¡Hemos navegado muchas semanas, hemos navegado muchos
días (siete días cada semana, os lo aseguro),
pero hasta ahora ni un snark
sobre el que posar nuestra amorosa mirada!”

“Venid y escuchad mientras os repito
las cinco señales inconfundibles
por las que reconoceréis con plena garantía,
donde quiera que estéis, el genuino snark.


“Digámoslas por orden. La primera es su sabor,
que es escaso y hueco, pero crujiente
como un abrigo que estuviese demasiado ajustado en la
cintura, con aroma a fuego fatuo.

“Tiene el hábito de levantarse tarde;
estaréis de acuerdo en que lo lleva demasiado lejos
cuando os diga que, a menudo, se desayuna para el té de las
cinco y que come al día siguiente.

“La tercera es su lentitud para entender un chiste.
Si te aventuras a explicarle uno,
suspirará como lo haría alguien profundamente desdichado,
y siempre se pone serio ante un juego de palabras.

“La cuarta es su afición a las máquinas de baño.
¡Siempre carga con una tras él!
Y está convencido de que añaden belleza al panorama;
una opinión discutible, a mi entender.

“La quinta es la ambición. Ahora convendrá
describir las diferentes especies,
distinguiendo los que tienen plumas y muerden
de aquellos otros que tienen bigotes y arañan.

“Pues aunque los snarks corrientes no hacen ningún daño,
creo que es mi obligación advertir que algunos son
buchams…” El capitán se interrumpió alarmado.
¡El panadero se había desmayado!

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