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jueves, 27 de diciembre de 2007

28

Cada número tiene su particular personalidad. 28 es el segundo número perfecto. Llámanse números perfectos los que igualan la suma de sus divisores alícuotas; el primero es 6 = 1 + 2 + 3, el segundo, 28 = 1 + 2 + 4 + 7 + 14. En la Antigüedad gozaron de alto significado simbólico; hoy las computadoras han llegado hasta el 44 número perfecto, que tiene unos 7 millones de cifras.

El mismo JF Martínez, en su poemario Sobre los números, dice de los perfectos:

...Pero otro día, buscando un número perfecto, encuentro tu ternura al doblar la calle, encuentro el corazón de un reloj subiendo una escalera, encuentro el cuerpo de la lluvia desnudo sobre los labios del deseo, encuentro tus dos senos como una canción temblando, encuentro una penumbra que nos espera para callar nuestro secreto encuentro, encuentro que pierdo tu rostro entre mis manos, encuentro que la ciudad se desvanece girando en nuestra sien, encuentro el vértigo de un asesino bajando una escalera, encuentro la luna en los charcos de la lluvia, encuentro tu cuerpo rendido como una canción rota, encuentro el olvido, la noche, los sollozos de un condenado a muerte, encuentro la nada, los sauces dormidos en el viento, encuentro el número perfecto, la primera mirada del amor, la eternidad herida abrazado a tu cuerpo.

Y cuando, en los filos de la amanecida, regreso, lento, a casa, busco mis ojos deshabitados y encuentro que la suma de mis vacíos es igual a ti.


Pero el 28 se asocia sobre todo al rey Herodes por la supuesta matanza de los Inocentes. Es curioso que un rey que tanto hizo por Judea (entre otras cosas reconstruyó el templo de Salomón) sea recordado por esa leyenda de san Mateo, que además se contradice con la de san Lucas sobre las circunstancias del nacimiento de Jesús.

La verdad no es lo que "es" (¿existe eso?), sino lo que creemos. A diario asistimos a creaciones de las verdades oficiales, que suelen perdurar. La política y la TV son hoy los máximos órganos creadores de mundos ilusos.

Por eso obsequiamos a nuestro prójimo, en el día de hoy, con una inocentada, como inocuo aviso de que nada es lo que parece. Yo no he recibido todavía la que me corresponde. ¿Cuál será? A lo mejor alguien me dice que han desaparecido al fin las inocentadas, que el mundo se atiene finalmente a la Verdad.

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