Visite también......

jueves, 1 de noviembre de 2007

Nerudianas

En esta hora incierta en que agoniza el día,
junto a la arena eterna y a la incesante ola,
mi corazón de náufrago aguarda, todavía,
y lanza su mensaje de triste caracola.

Como ayer, hoy te espero, novia ausente del alma,
para emprender el viaje y perderme contigo
por océanos bravos, por piélagos en calma;
tú, mi amante del mar, y yo, del mar, tu amigo.

La tarde, que declina tras las barcas del puerto,
ha preñado de rosas las nubes del poniente;
me acaricia la brisa del ancho mar abierto,
y me aporta tu aroma, el crepúsculo ardiente.

Unida a mi nostalgia, para siempre, te llevo:
remolino de estrellas que la marea trae;
en mis sueños, la leche de tus senos yo bebo;
y mi boca sedienta hacia tu vientre cae.

¿Dónde estás? ¿Quién te ha abierto el portal de la nada?
¿Por dónde se han marchado tus ansias de sirena?
¿Quién te amará, esta tarde, gacela distanciada?
¿Quién se verá en tus ojos de tristeza serena?

No sé. Mas sé que es vano aguardar, sin sentido,
que retornen las olas que la mar se ha llevado.
Mi presencia, ya pronto, será pasto de olvido,
y, muy pronto, ya nadie sabrá cuánto te he amado.

Después, cuando las sombras aumenten mi quebranto,
será inútil que ansíe oír tu barcarola:
hoy, sé que, para siempre, estoy solo, y me espanto;
y sé que, para siempre, tú, también, estás sola.

Rubén Olveira

1 comentario:

Anónimo dijo...

Maravilla en la sopa …